La difícil decisión a la hora de escoger una guardería

La búsqueda de una guardería fue toda una odisea, no fue nada fácil encontrar un lugar que nos diera la confianza suficiente.

Hicimos un largo recorrido por las guarderías de la zona, teníamos muy claro que no podíamos dejarlo en cualquier sitio, era un niño sin lenguaje y que de ninguna manera se iba a poder comunicar con papá y mamá para decir que algo pasaba. La guardería que debíamos elegir tenía que ser de nuestra entera confianza, algo realmente estresante, de mucho agobio y que no te deja de preocupar; y es que no estás dejando un juguete si no a tu hijo. 

De todas las guarderías que vimos recuerdo a cuatro de estas, la primera donde los niños estaban muy bien cuidados y educados, que si hubiese tenido un hijo neurotípico no habría dudado en ningún momento dejarlo ahí, pero como no era el caso, a continuar la búsqueda. Segunda y en esta me voy a explayar un poco más, entramos y lo primero que vimos fue a dos niños sentados en unas tronas y mi marido les pregunta ¿perdón por qué están sentado aquí y el resto de niños jugando a su alrededor? Y la respuesta de la chica fue desgarradora en nuestro corazón, bueno, los he dejado aquí porque son niños problemáticos. Inmediatamente nos cambió la cara y sentimos dolor en nuestro corazón, continuamos viendo la guardería y por fin terminamos el tour, salimos de ahí y veo que a mi marido que se le caían las lágrimas y me dice, te das cuenta que nuestro niño estaría todo el día, semana y mes sentado en esa trona, por que según ellos son niños “problemáticos” pero en qué cabeza cabe que un niño de dos años es problemático, lógicamente DESCARTADA.

La tercera que visitamos tenía una gran infraestructura, gente muy profesional y ya está, nada más. En un principio yo estaba encantada con todo lo que tenía, mi hijo podría ir a la piscina que tenían (le encanta el agua), la gran sala de motricidad en la que todo niño estaría feliz. Pero algo había que a mi marido no le convencía y me pidió que continuáramos la búsqueda antes de tomar la decisión definitiva. Si bien yo estaba encantada y me brillaban los ojos al ver semejante edificio sólo para una guardería, me detuve a pensar y darme cuenta que si algo le hacía run run a mi marido en su cabecita era por algo y nos fuimos a ver la cuarta y última guardería

Esta última pequeña guardería estaba solo a unas calles más arriba. Entramos y la diferencia fue bestial desde principio a fin, vimos niños felices, donde los educaban, cuidaban, entregaban valores y amor, donde solo veíamos educadoras totalmente espontáneas donde los niños las rodeaban para darles abrazos y besos, donde entregaban amor de familia, ese amor que por “circunstancia” de la vida dejamos de darles a nuestros hijos durante unas horas al día, por el motivo que sea y que sólo ellas son capaces de entregar. 

En la “entrevista” con Alicia, la coordinadora, mi marido le pregunta ¿Por qué tendríamos que elegir vuestra guardería y no la que está a dos calles? se quedó helada y le dice que nunca nadie le había hecho esa  pregunta, en ese momento no supo qué responder y es normal, vaya pregunta que le hace a la pobre, pero yo ya sabía por dónde iba.

Salimos de ahí y me dice ya está aquí tiene que venir y yo venga  ere que erre que quería la otra jajajja, pues nada, fuimos nuevamente a la tercera guardería pero les pedí entrar y ver un aula con los niños y en ese momento me di cuenta que no era la indicada, lo que vi fue una guardería exageradamente estructurada, donde todos los niños tenían que ir al mismo ritmo, si no ya no encajaban en su propio sistema, demasiadas reglas, de las que poco o nada van con nuestra idea para criar a un peque de menos de 2 años. Tenía claro que lo iban a cuidar, pero jamás le darían lo que él realmente necesitaba, son niños y tienen que ser felices por sobre todas las cosas del mundo, ya habrá tiempo para un regimiento.

Para mi hijo fue muy importante su paso por esta guardería y como bien suelo decir, no es el nombre de esta sino las personas que trabajan en ella, Alicia, María y Silvia (también están Ana, Bea, Marta y conchi) pero voy hacer especial hincapié en ellas tres, que se volcaron al mil por ciento con nuestro hijo (decir que con todos los niños son un encanto), nuestro pequeño comenzó a garabatear (antes no quería ni coger los crayones), acepto y aprendió a trabajar con los gomets y  así un sin fin de cosas, que os puede parecer una tontería sin importancia, pero hasta los famosos gomets ayudan a trabajar  la motricidad fina.

Pero lo más importante de todo, la paciencia y el amor tan grande que aún le tienen, como olvidar cuando Silvia faltaba un día y al siguiente él no la soltaba de la pierna jajajaja. Siempre con ese amor, paciencia y ganas de aprender más de mi pequeño y de TEA para ayudarlo. Todo esto comenzó a dar sus frutos y él comenzó a dar pasitos, no tan grandes como nos hubiese gustado, pero los daba que era lo importante. 

La empatía y el apoyo de Alicia fueron muy importantes, recuerdo un día que estábamos muy mal y lloramos los tres juntos, mientras mi hijo estuvo en esta guardería ella nunca nos dejó solos, su apoyo fue incondicional. Con Alicia continuamos teniendo contacto y de vez en cuando quedamos, se forjó una linda relación de la cual estoy muy agradecida de que sea parte de nuestras vidas.