Mi experiencia como educadora de un niño con TEA
Mi vida son los niños y las niñas. Desde que tengo uso de razón quería ser cuidadora de niños en una escuela infantil. Cursé estudios correspondientes y estuve haciendo prácticas durante todos mis estudios de formación profesional.

Uno de los últimos años estuve haciendo prácticas en una escuela privada, en la cual estuve trabajando más de 20 años.
Yo era muy feliz con mi labor, de hecho me hicieron coordinadora de la misma.
Trabajar donde te gusta es fantástico pero tengo que reconocer que cada niño es distinto y como educadora infantil o como antiguamente se llamaba “Técnico Especialista” en jardines de infancia no te enseñan lo suficiente a entender una atención a la diversidad adecuada.
Un año entró un niño que tenía una parálisis cerebral y no andaba. Mi compañera Marta fue una de sus educadoras e hizo todo lo que podía con un niño que no hablaba, ni andaba con 2 años. A mi parecer el error fue que esta escuela no tenía un equipo de atención temprana en condiciones, ni suficiente personal para ayudarle. Había una «psicopedagoga» que ejercía de estimulador, pero la realidad es que la que puedo ayudar a ese niño, durante esos años, fue mi compañera.
Años después otro niño, del que yo fui tutora, apareció en mi vida. Rápidamente nos dimos cuenta de su condición ya que como decían en su anterior escuela, se movía mucho. Nuestra «psicopedagoga» nuevamente decía que no podía diagnosticar un caso así tan pronto. ERROR. Lo más importante de un niño Tea, trastorno TDH con condición de invidente o sordo, es la atención temprana.
Un año después llegó Diego para poner patas arriba mi vida.
Sus padre y madre vinieron a conocer la escuela con cierta incredulidad.
El Papá de Diego me resultó un poco peculiar, tenía un humor peculiar pero transparente como un cristal. Ella era tierna y sonriente, pero en sus ojos había algo de desconfianza.
La pregunta del millón fue: ¿Por qué elegir esta escuela y no otra?
Yo lo tenía clarísimo, pues pensaba que aquí había gente genial, que he traído aquí a mis hijos, que es el mejor del barrio etc…pero eso era muy personal y no les conocía de nada. Poco después entendí la pregunta.
Diego era especial, y no diferente, simplemente era especial.
Para una educadora era fácil ver que algo le pasaba: no miraba a los ojos, no contestaba a su nombre…pero aun así yo empaticé tanto con su familia que no quería creerlo del todo. Era un claro ejemplo de un niño Tea . Quizás si en esa escuela hubiese tenido un equipo de atención temprana en condiciones, podríamos haber corrido más por hablar con su familia.
Yo no lo quería creer pero sus padres tampoco.
Al principio fue muy triste tener que contarle a sus padres y aún así tratamos de darle el mayor apoyo cuando comenzaron a buscar médicos y terapias, aún cuando la psicopedagoga no le podía dar un diagnóstico certero debido a que era aún muy temprano. ERROR.
Pues bien, finalmente sus padres descubrieron que su pequeño tenía autismo (TEA)… en ese momento lloramos los tres.
Ese padre que parecía tan fuerte, esa madre aún confusa y yo, confirmamos lo peor. Ahí me di cuenta de que debí dejarme llevar por mis años de experiencia que me decían que algo le pasaba a Diego, pero las cosas no pasaron así.
Hoy seguimos juntos este camino, porque Diego no es especial por tener trastorno Tea, lo es por ayudarme a seguir especializándome en atención a la diversidad. Ver que hay centros que tienen equipos de atención temprana cualificada y otros que no, y que las familias de estos niños necesitan gente a su alrededor que les ayude en su tristeza , que en el caso de Diego , sus padres lo han transformado en fuerza.
Y hoy solo quiero agradecer a la familia de Diego que me ha dejado expresarme sobre esta experiencia.
Niños y niños TEA o TDAH, como Hugo, el hijo de mi amiga Sara , hacen a los educadores y profesores luchar por que la diversidad sea nuestro día a día en las aulas.
Gracias por aparecer en las vidas de todas las personas que adoramos a nuestros alumnos y alumnas de manera individual.
Gracias por ser como sois.