Nuestro nuevo integrante a la familia nos enseñó a ser feliz

En septiembre del 2016 llegó a nuestras vidas un nombre bastante curioso y rudo a la vez: TEA (trastornos del espectro autista).

Nuestra primera reacción fue bastante curiosa, por mi parte reaccioné como quien te dice que tu hijo está resfriado y que se le quitará con un jarabe; hoy creo que esta reacción fue debido un poco a la falta de información y sobre todo porque mi cabeza se negaba volver a oír aquel nombre. Pasadas algunas semanas al fin reaccioné y recién ahí fui consciente de este nuevo integrante que llegó sin previo aviso a nuestra familia.

Recuerdo haberme encerrado durante horas en el baño a llorar desconsoladamente, no podía parar, era algo superior a mí, en ese momento solo quería gritar sin parar de preguntarme el por qué, por qué a mí, qué hice yo en esta vida, solo sentía que el mundo se me venía encima y ya no tenía la fuerza física ni mental para afrontar todo esto, me sentía absolutamente sola y los sentimientos de mi marido eran prácticamente los mismos.

El miedo se apoderó de mí, tenía miedo a lo desconocido, no sabía cómo iba a evolucionar mi hijo, como se le plantearía la vida a corto y largo plazo, hasta ese momento sólo sabía de Autismo lo que veía en las películas, series y lo que otras personas me comentaban; pero eso no era suficiente para tener los conocimientos correspondientes que pudiesen calmar mi corazón. 

El día a día era muy complicado al no tener el apoyo físico de la familia, añoraba en cada momento de angustia los abrazos de mis padres y hermanos que en este proceso nunca me dejaron caer, pero la distancia solo servía para incrementar aún mas  la pena.  Sólo puedo decir que nos merecemos llorar hasta que nos de hipo, porque son nuestros hijos, nietos, sobrinos etc. y os animo a hacerlo, tenemos que vivir el duelo del autismo, es nuestro derecho al amor. No tiene sentido que nos pidan o aconsejen que no lloremos porque sólo el tiempo puede mitigar el miedo y el dolor interno que nos acompaña.

No puedo mentir y decir que las cosas son fácil, no, es un camino muy largo y difícil, en una sociedad que solo nos ponen piedras en el camino, colegios que siempre tienen un pero y la carta de invitación con el mapa de la salida. Cada día es un desafío, donde solo veo que nuestros hijos son una maravilla, inocencia pura y me doy cuenta que el verdadero problema no es su condición, es la falta de cultura y educación sobre el TEA y las pocas ganas de querer aprender.

El día de hoy, pasados unos cuantos años de la llegada de aquel nuevo integrante llamado TEA, soy capaz de mirar las cosas y sobre todo la vida de una manera muy diferente. Hemos logrado hacer nuestros días más felices, amar cada minutos que estamos con nuestro hijo, sus logros, su evolución, sus  te quiero papá, nuestros abrazos llenos de sentimientos; decidimos no perdernos más a nuestro hijo, lo vamos a disfrutar y lograr que guarde en su cabecita los recuerdos más bellos de su vida, lo vamos a hacer juntos, los tres de la mano y como dice mi marido: “Si Dios nos diera la oportunidad de volver atrás y cambiar las cosas, volvería a elegir a Diego mil veces, tal vez me puedes llamar masoquista, yo simplemente lo llamo amor

Solo decir que hemos decidido ser feliz.